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martes, 14 de marzo de 2017

Crónicas de los Antigüos.- La Biblioteca del inicio.

¡Hola, mundo!

Bueno, aproveché que tuve un tiempo libre y adelanté un capítulo entre semana para que lo lean. Para el domingo trataré de subir un artículo sobre quiénes son algunos personajes antiguos nombrados en la historia principal de Aledan.

Aquí está la cuarta parte del viaje de Aledan Woodgate, espero la disfruten.




El chico recibe el anillo y lo mira fijamente detallándolo. Era un anillo bastante grande para él. La sortija era de plata y tenía grabada unas runas que Aledan desconocía por completo. La imagen de una mano sujetando la estrella adornaba la piedra roja borgoña que se plantaba en la cabeza del aro.
- ¿Qué es esto?.- preguntó encogiéndose de hombros el pequeño.
- Eso es un anillo.- respondió sarcásticamente el señor.
- Ya sé qué es un anillo pero ¿por qué me lo das?.
- Es simbología, Aledan. Significa que tengo un compromiso contigo de ahora en adelante. Además ese anillo en específico tiene un significado que te diré a su tiempo. Ahora, si me permites, debemos ir a la iglesia porque comenzará la misa y pues yo soy el sacerdote.- Hizo un ademán con la mano para dejar que el niño pasase.
- Ah, ya entiendo. Así como este collar que me hizo mi hermanita. No será tan valioso como este anillo pero significa mucho para mí… Y más ahora.- dijo cabizbajo el pequeño, sujetando el dije que emulaba a un perro, recordando lo que le pasó a su adorada hermana. Empezó a caminar y el sacerdote le siguió.
Comenzaron a caminar camino hacia el centro de la ciudad. La ciudad estaba ajetreada como siempre solía estar. Los ataques a los pueblos y comarcas estaban en boca de todo el mundo y muchos ponían en juicio la capacidad del rey Enmanuel. Se hacían comentarios de que se había vuelto débil y cobarde, que no estaba preparado para enfrentar amenazas o que necesitaban un nuevo rey. Ya el día se había vuelto noche y la ciudad se iluminó con faroles.
- Olvidé preguntar, ¿quién es usted, señor?.- Preguntó Aledan mientras caminaban por el jardín de los recuerdos, un sitio donde iba la gente a rezar por sus familiares que ya no estaban.
- Mi nombre es Samwell. He sido el sacerdote de Bandarnu desde hace varios años, veinticinco para ser exactos.- mencionó mientras sacaba un juego de llaves de todos los tamaños de un saquillo de su túnica y voltea a verlo.- Y también el maestre de las enseñanzas de Diké.
- Y ¿no tienes familia?, ¿un apellido?.- dijo mientras sujetaba la cadena que le hizo su hermanita y se la mostraba.
- No. Renuncié a mi apellido hace muchos años atrás. Mi familia es Diké y nadie más. Claro que a veces los extraño.- se adelantó a lo que preguntaría el chico.- pero es el precio que debí pagar por servir a nuestro creador. Además, siempre he pensado que para alcanzar el éxito requieres  sacrificar algo.- En ese momento Aledan recordó lo que la adivina le dijo fuera de las paredes de la ciudad. “perderás todo aquello que una vez quisiste pero tendrás grandeza…”.- Diké me eligió para enseñar lo que él quiso que aprendiéramos y eso haré.
- Y… ¿qué te pasó en la cara?, ¿es algún tipo de marca del credo de Diké?- se animó a preguntar Aledan que no quería sonar impertinente.
- Nuestro, Aledan, nuestro credo. Es… una marca que me recuerda lo afortunado que soy. Luego sabrás porqué la llevo marcada. Bien, estamos aquí. El Santuario de Diké.- Era un Santuario bastante grande. Medía 10 metros de altura y poseía dos torres con dos guerreros sujetando un escudo. Toda la estructura estaba hecha de piedra caliza blanca y las puertas de madera de nogal oscuro con detalles en oro macizo. Un martillo dorado adornaba la entrada y la cerradura tenía la hendidura bastante amplia. El clérigo Samwell selecciona la llave más grande que poseía el juego y la introduce y abre la entrada del templo. Las paredes del interior estaban abarrotadas por pinturas de héroes que vivieron en el pasado y fueron guerreros que lucharon en nombre del Dios de la justicia. Las ventanas poseían mosaicos de los antiguos reyes de Bandarnu. Las sillas eran erosiones de piedra caliza moldeadas para simular asientos y frente a estas, al final del salón, una estatua resaltaba por detrás de un estrado hecho del mismo material que la edificación. La estatua alcanzaba casi al techo. Era un León gigantesco de roca blanca. Su melena estaba hecha de oro sólido y parecía rugir con su mandíbula abierta. Estaba sobre sus dos patas traseras y bajo de sí muchísimas espadas clavadas en el piso atravesando serpientes. Antorchas en las paredes y candelabros en el techo iluminaban la habitación y resplandecía con bastante fervor.
- ¿Qué es?.- preguntó Aledan que estaba atónito de la belleza del lugar, señalando al gigantesco felino. Era la primera vez que estaba en la iglesia de la ciudad porque sus padres visitaban una capilla más cercana de donde vivían.
- ¿El león? Es Diké.- dijo mientras caminaba hacia la tarima y volteó.- ¿Qué?, ¿acaso no has escuchado de Diké?.
- Por supuesto que sí pero no que era un león.- respondió Aledan mientras caminaba mirando todo a su alrededor.
- Sí. Se presentó ante los Bendecidos.- nombre que se le dio a los que sobrevivieron la catástrofe que arrasó con gran parte de la humanidad.- en forma de león y así los guió a su destino que es Bandarnu. Aquí erigieron un templo en su honor y aquí estamos, donde todo comenzó. Las serpientes.- señaló a las patas de la bestia.- significan los peligros que superaron los Bendecidos y los enemigos aplastados de nuestro creador. Las espadas significan la fuerza con que luchamos por la justicia. Ya que no conoces la historia de nuestro señor, imagino que tampoco sabes quiénes son ellos.- el chico negó con la cabeza mientras se sentaba en una roca.- Todos ellos.- dijo el sacerdote mientras señalaba hacia las paredes de edificio.- son héroes que lucharon valientemente contra los impíos que negaban la existencia de Diké. Algunos son soldados que lucharon contra bandidos que quisieron destronar al linaje de la familia Redstone, los elegidos por el mismo Diké para guiarnos. Los que ves arriba son ese linaje. Los que logras apreciar son los más destacados de todos y los que más hicieron por nuestro reino. De cualquier manera, imágenes de ellos hay en un salón del castillo.- dijo mientras buscaba algo bajo el estrado.- Igual aprenderás toda la historia de este reino mientras estés aquí y yo me encargaré de eso.- sacó un libro gigantesco y lo puso encima de la piedra.
- ¿Esa… esa es toda la historia?.- dijo mientras tragaba saliva el joven.
- ¿Qué?, ¿Esto? No, esto es el libro de enseñanzas de Diké. Lo han escrito varios sacerdotes antes de mí a lo largo de los años. Oh, hola, bienvenidos hermanos.- entraban unos señores con túnica de colores vivos. Aledan notó que eran de la corte real por tanta joyería que llevaban consigo y el símbolo de la familia Redstone, un cardenal rojo.- Aledan, acércate.- el niño le hace caso y se para frente al estrado. Samwell baja y se acerca al chico.- Ve, siéntate donde quieras y espera que termine esto. Deberías darme eso…- pone su mano encima de la espada que le había regalado Theal. El chico trata de retenerla pero se la entrega confiando en él.- te la entregaré luego del culto.
El chico se sienta atrás, cerca de las puertas y sólo ve la predica del maestre. La charla se extiende por dos horas pero Aledan no se sintió aburrido en ningún momento. El sacerdote Samwell hablaba de los sucesos que acontecieron el día pasado y qué es lo que debían hacer los ciudadanos. Mencionaba que debían mantener la calma y dejarlo todo en manos de Diké, él sabrían tomar decisiones y dejarla saber a los consejeros del rey y al mismo Enmanuel. Todos comenzaron a recitar un proverbio antiguo y Aledan lo conocía y se sorprendió de que al menos sabía algo.
Culminada la sesión, el sacerdote se acerca al chico y se sienta a su lado. La gente conversaba entre sí antes de retirarse. Discutían de lo que sucedía a las afueras del castillo y banalidades.
- Esto me parece hipócrita y estoy seguro que a nuestro señor no le agrada en lo absoluto. Jamás me han gustado las formalidades y menos hablar con alguien que no me agrada. Tu espada… ¿quién te la dio?.- dijo mientras se la entregaba a Aledan.
- Fue un regalo de cumpleaños de mi amigo Theal.
- Ya veo. ¿Sabes de qué está hecha?
- Pues no… la verdad es que no pero es bastante bonito. ¿Qué es?
- Es acero élfico. Es un material bastante raro por estos lados y muy codiciado. Incluso en tierras de los orejones es un poco difícil conseguirlo. Es un material bastante duro, casi imposible de romper. Muchos creen que las espadas hechas con este acero tienen la facultad de almacenar parte del alma de su dueño legítimo. Claro, no todas las espadas con este material tienen esa capacidad, sólo las que son bañadas con aguas del lago Namínt. La simbología del azulejo no la termino de comprender. Sé que muchas veces representa cambios y transiciones, otras veces quiere decir felicidad. Creo que este regalo representa tu paso de la niñez a la adultez, joven Aledan. Cuídala, es muy valiosa de todas las formas que pienses.- terminó su oración cuando Aledan bostezó.- Jaja, veo que estás cansado. No me parece extraño. Bien, por hoy te dejaré dormir en mi cuarto y yo dormiré en la biblioteca.- señaló a dos puertas que estaban atrás del león de piedra. Descansa que mañana empieza tu entrenamiento.- Le dio una palmada al niño en la cabeza y despidió a todos los fieles. El pequeño no se había dado cuenta de lo cansado que estaba hasta ese momento. Se levantó y caminó hacia la puerta de la derecha arrastrando la espada que levantó al sentir el sonido metálico de la vaina contra el suelo y buscó algún daño pero no le pasó nada. Abrió la puerta y frente a él se reveló una camisa individual, una  mesa de noche con un libro que se titulaba “Diké, el primero y el último” junto a un vaso de vino. Había una estantería con varios tomos de “Relatos de un bardo” y un closet de roble cerrado. El chico miró la habitación, se lanzó en la cama, cerró los ojos y pronto dejó de saber de él mismo.

- “¿Aledan? Aledan, despierta, mi niño.” Resonó la voz de su madre y abrió los ojos.
- “¿Ma-mamá? ¿Eres tú?”.
- “Sí, mi niño, soy yo. Tu padre también está aquí.”
- Pe-pero creí que…
- Todo está bien, Aledan. Seguro tuviste una pesadilla.
- Mamá…-
el niño soltó las lágrimas y abrazó a su mamá.- los amo muchísimo. Jamás se vayan.-
- Jamás nos iremos, Aledan.-
Aledan retrocedió de inmediato porque no era la voz de su madre la que mencionó esa oración y vio un rostro ennegrecido que le sonreía macabramente.- Siempre estaremos aquí.- sujetó el rostro de Aledan con su mano gigantesca y le hizo mirar al suelo donde yacía el cuerpo de su madre cubierto de sangre. Agonizaba y su respiración se hacía cada vez más lenta. La sombra suelta al niño y se acerca a Nathalia. El niño se quería mover pero no podía, parecía pegado al suelo. Los dedos de la figura se transforman en dagas y comienza a desgarrar la piel de la progenitora de Aledan. Inmóvil e impotente, Aledan sólo podía observar. No quería mirar aquello pero su mirada estaba atorada en la escena. El cuerpo desgarrado de su madre era irreconocible y sólo él sabía que era ella porque estaba allí cuando le hicieron eso. La silueta clava sus dos manos de cuchillos en su cuello y la decapita de un tajo. Aledan cayó sobre sus rodillas y bajó la mirada y la espada que le había dado Theal estaba frente a él, ya desenvainada.
- ¿Qué esperas, muchacho? Actúa.- dijo la voz como un trueno. Aledan creyó que se trataba de su padre pero no era así. Miró hacia su izquierda y un hombre estaba de pie a su lado. Era un señor alto y con el cabello plateado. Su frondosa melena caía hasta su espalda y una barba escondía parte de sus rasgos faciales. Una túnica blanca caía hasta sus pies que estaban descalzos. No volteó a mirar al niño.- usa a cegadora de pesadillas.- El niño volteó de nuevo a la espada, empuñó el mango y el azulejo quedó boca abajo. La espada brilló como el sol y el niño se abalanzó sobre el gigante oscuro y atravesó su estómago. La sombra sujetó la espada y el niño volteó a ver su rostro que sonreía y le devolvía la mirada. Aledan suelta la espada y da un paso hacia atrás. Todo empieza a incendiarse y el cuerpo destrozado de su madre se calcina en segundos. La figura se evapora frente a sus ojos junto con las llamas. Queda sólo un silencio sepulcral y Aledan voltea a mirar al hombre de blanco pero ya no estaba allí.
- No eres nada.- dijo una voz que provenía de atrás suyo y no tuvo tiempo de girar porque sintió un fuerte dolor en su pecho, parecido al dolor que sintió cuando Theal le dio la noticia de la muerte de sus padres. Miró hacia su pecho y vio la hoja de una espada negra y roja que atravesaba la mitad de su tórax. Vio salir la sangre de su torso y caer al suelo. Cuando la espada salió de su pecho, llevó sus manos a la herida para tratar de detener el río de sangre y caminó girando sobre sí para ver a su atacante y cayó de rodillas. Vio desde abajo a su atacante y sólo logró ver un rostro demoniaco con unos ojos verde turquesa mirándole con rencor.- No… eres… nada.
El niño abre los ojos. Estaba sudando y sentía como su respiración era agitada. Desconcertado miró la oscuridad de la habitación y recordó que estaba en la habitación del templo de Diké y que no volvería a ver a sus padres. Nunca más. El niño volvió a recostarse y sollozando se prometió a sí mismo que vengaría a sus procreadores y encontraría a su hermana.

A la mañana siguiente el niño despierta y ve el sol entrar por la ventana. Sentía que había dormido por siglos. La mesa de noche ya no tenía ni el vaso ni el ejemplar de “Diké, el primero y el último” pero en cambio tenía encima un vaso de leche, una hogaza de pan y una taza de estofado de cerdo. El niño sintió como su estómago rugió como un león y se acercó a la mesa de noche y cogió el plato con el estofado y la cuchara, lo puso en frente, tomó la hogaza de pan y empezó a engullirlo. No le duró ni dos minutos la comida y bebió el vaso de leche de un trago y salió a buscar al sacerdote. Abrió la puerta y estaba sentado en el suelo con un montón de libros regados mientras leía uno que tenía una portada con muchísimos detalles de metal y un oso en el centro.
- Oh, Aledan, ya despertaste. No quise levantarte porque suponía que estabas muy cansado y dejé que siguieras en tu letargo. Te perdiste el desayuno. Hice unas empanadas de guisantes que estabas deliciosas y pasaste directo al almuerzo. ¿Empezamos?
- Disculpe, señor Samwell. ¿Con qué empezaremos exactamente?.- Apartó el libro que estaba leyendo y cogió uno que estaba recubierto con acero y lo mostró al chico.
- Con la saciedad de conocimiento. Verás, Aledan, no te elegí por mera casualidad.- dijo mientras colocaba un libro encima de otro.- cumples con requisitos que ando buscando para un aprendiz. No eres un elegido por el destino ni nada de esa basura de relatos de bardos. Creo que tienes potencial como estudiante y ganas de ser alguien y hacer algo.- le lanza un libro cubierto por un cuero de bastante mala calidad y un trozo de cobre donde se leía en una marca hecha con un cincel “Razas de Gaia: introducción”.- Yo te enseñaré lo que debes saber antes que hagas cualquier cosa. Acompáñame.- Le hizo ademán con el brazo y caminó hacia la puerta de la biblioteca.- Yo no soy sólo un sacerdote…- le contó mientras sacaba su juego de llaves e introducía una en el picaporte de la puerta.- Yo soy un guardián.- abrió y se reveló un cuartito con tres paredes cubiertas por tres estanterías, una mesa de madera con una lámpara y un sillón cubierto por un almohadón de lana. Se acercó a la mesa y colocó los libros encima.- Y tal vez el último de los humanos.- Caminó hacia la pared derecha, sacó a medias un libro de la tercera columna, otro de la cuarta y dos de la primera.- ¿Me harías el favor de hacer lo mismo que hice con estos libros a aquel dorado que tienes en la esquina inferior izquierda? Gracias.
- ¿Este de acá?.- Jaló y en medio del salón se abrió una compuerta. Aledan estaba asombrado.
- Después de ti, aprendiz.- dijo mientas se inclinaba en gesto de caballerosidad el misterioso Samwell.- Responderé a las dudas que tengas acerca de tu futuro en la biblioteca.
Aledan bajó las escaleras de arcilla y mientras descendía se revelaba ante él una inmensa biblioteca. Parecía no tener final. Poseía cuatro pisos repletos de libros. Aledan logró ver siete secciones divididas por un riachuelo y que se conectaban entre sí por pequeñas pasarelas. Parecían islas y en medio de las otras seis, había una sellada con cadenas y rejillas. Era un enorme santuario al conocimiento y estaba iluminado. Aledan buscaba por todas partes de dónde provenía la luz y se dio cuenta que era de unos paneles en el techo.
- ¿Cómo es que…?
- ¿Brillan? Son paneles solares que almacenan la luz del sol y la libera cuando yo crea conveniente. Fue un regalo de unos amigos. Los escudos de las estatuas que viste ayer afuera del templo son las que reciben los rayos del sol y guían la energía hasta acá. Ven, vayamos a la sección de historia.
Cruzaron el primer puente hacia la sección siguiente.
- ¿Por qué hay agua?.- preguntó Aledan mientras caminaba por la plataforma que colgaba sobre el arroyo.
- ¿Recuerdas que te dije que tu espada debía ser bañada por agua del Namínt para que explote su verdadero potencial? Esta es agua de ese lago. Es otro… regalo. La uso para mis investigaciones.
El joven Aledan estaba extasiado con tantas maravillas que estaba viendo y estaba lleno de dudas y no sabía por dónde empezar. Había una mesa con cuatro sillas en el segundo piso de la sección de historia y se sentaron allí.
- Adelante, pregunta lo que desees saber.- dijo el “último guardián” mientras abría uno de los libros que había bajado al sitio.
- ¿Qué es todo esto? ¿Qué son todos estos libros? ¿Quién es usted?.
- Jaja, calma muchacho. A ver, esta es la biblioteca del inicio. La fundé yo cuando llegué acá. En estos libros encontrarás toda la información que desees saber, desde historia hasta esoterismo. Te sumergirás en estas páginas para aprender todo acerca del mundo en que vivimos. Yo soy el último guardián. Conservo todo el conocimiento de este plano existencial, incluso antes de los primeros hombres. He coleccionado estos libros a lo largo de los años, viajando a lugares que jamás pensarías que un hombre pudiese llegar. Soy un investigador que busca información para crear y probar inventos plasmados en hojas de estos libros y, además, soy el sumo pontífice de Diké. Le sirvo a él y al rey que él escogió en su inmensa sabiduría.- Aledan tenía una respuesta pero surgían muchas más.
- ¿Por qué yo? ¿Por qué escogiste a alguien?.
- Ya te lo dije, no eres un elegido ni nada. Sólo tuviste suerte y tus actitudes mostraron tu valía. Alguien debe conservar esta información y hacer que sea útil para las generaciones que vienen. Inclusive, usarlas para su propio beneficio siempre y cuando sean para el bien.- Se levantó el investigador Samwell en busca de otro libro.
- ¿Adónde has viajado?.
- Bueno…- colocó su silla delante de una estantería y se subió encima y comenzó a revisar los libros.- He estado en todas las regiones aledañas a Wadraen. Cacé con los elfos y recorrí sus bosques, pasando noches observando los ojos de Physea. Atravesé el Desierto Implacable que le llaman los Baldíos de Padang, ubicados en Gunung. Más allá de las tormentas de arena, rayos, truenos y relámpagos de Padang, cruzando las montañas que rodean un valle, existe una civilización de criaturas que tus jamás han visto y que crees, no, los humanos creen que son cuentos y leyendas antiguas para recitar los bardos pero no es así. Se llaman Kaserdan.- coge finalmente un libro y lo saca. Era un libro de 10 centímetros de ancho en el lomo y las hojas medían un poco más de 30 centímetros a lo largo y 25 a lo ancho aproximadamente y estaba envuelto con tela desgastada roja y lo coloca encima de la mesa.- son criaturas fascinantes y muchísimo más inteligentes que nosotros.- señala el libro y se lo entrega a Aledan.- este libro contiene mucho sobre sus hazañas y el lugar que erigieron. Poseen una tecnología más allá de tu imaginación. Los paneles fueron un regalo de ellos.- volvió a caminar hacia la estantería y se inclinó para sacar un libro cubierto de pelaje blanco.- Y gracias a ellos visité la última raza de este lado de Gaia. Fue un viaje difícil… ¿Te han contado alguna vez lo que queda al norte?.
- Theal me contó que más allá de donde él proviene, sólo hay frío y un manto blanco que cubre el agua y que jamás nadie ha atravesado eso con vida.- recordó el niño.
- Eso blanco que te contó Theal se le llama nieve y hielo. Todo el océano está congelado por las bajas temperaturas que posee Alamuk. Para atravesar los icebergs se necesita de maquinaria especial que pueda romper las gruesas capas de hielo que cubren el agua y mis amigos Kaserdan me facilitaron una nave con esas facultades. Como ellos, soy bastante curioso y aprovecharon de viajar para refutar algunos escritos que tenían.- entregó el libro a Aledan y este lo cogió y notó que este tenía gotitas de sangre seca.- Los que están atacando nuestro reino se llaman Bárbaros. Son una raza de sanguinarios que sólo quieren luchar y asesinar a cuanto ser vivo vean. La mayoría viven en los bosques helados de T’war, en el medio de Alamuk. Conseguí más información de la que puedes esperar. Ellos, a pesar de ser seres despiadados, poseen un profundo respeto por la religión y las costumbres de los dioses… cuando vieron que poseía símbolos de Diké, me tomaron como rehén pero asesinaron a todos los que andaban conmigo. En la aldea, los chamanes me hicieron preguntas pero yo no entendía su lenguaje… llamaron al curandero y este dominaba a la perfección nuestra lengua. La primera pregunta que hice fue “¿cómo sabes mi idioma?” y respondió que no era el primer humano que había llegado a ellos, antes de mí hace muchos años, un guerrero llegó al poblado y enseñó muchas cosas. Él era el último que vivía y que recordaba al humano. Pasé dos años entre ellos, aprendiendo y recolectando información de sus costumbres y de cómo era su vida en esa tundra. El líder de los Bárbaros me permitió irme sólo si les daba algo a cambio y les di la oportunidad de viajar conmigo porque necesitaba gente para poner a funcionar la nave que estaba varada en las orillas de Alamuk, congelándose poco a poco. Ellos aceptaron y regresé con treinta Bárbaros a bordo, camino a Gunung. Al pisar tierra, un comando de Kaserdanes nos esperaban y lucharon allí mismo las dos razas, conmigo de testigo y causante de lo que sucedía. Los Bárbaros dieron pelea pero sucumbieron ante el número superior de Kaserdanes que tuvieron quince bajas. Sólo un Bárbaro vivió y estaba herido de gravedad. Al llegar a la ciudadela se me interrogó, creían que había vendido a mis compañeros. El Bárbaro fue enviado de vuelta a Alamuk con el mensaje de que si volvían a poner un pie en Gunung, acabarían con su raza. Esto es falso porque ellos no son capaces de acabar con gente inocente y seguro que no todos los Bárbaros son iguales. En cuanto a mí… jamás se llegó a un veredicto y me expulsaron para siempre de Gunung. Se me permitió llevarme los libros que había adquirido en mi estancia y mis pertenencias y partí hacia acá donde tuve la suerte de ser el sacerdote principal del reino. En estos libros aclararás todas las dudas que tengas y aprenderás.
- Dijiste que puedo usar ese conocimiento para mi beneficio… Con toda esa información podré encontrar a mi hermana y vengarme de los que me quitaron a mis padres.- Aledan colocó el libro sobre la mesa y se levantó.- ¿Cierto?.
- Sí y no…- Samwell se levantó también y caminó hacia el muchacho.- Eres libre de hacer lo que quieras con todo este conocimiento que te dejaré tener pero confío en que no te dejarás consumir por el mal. La venganza es un camino sin retorno, Aledan.- caminó hacia el puente y miró hacia atrás.- Diké será el que decida quién vivirá y quién morirá. Goza tu estadía aquí, Aledan. Te recomiendo empezar por la historia y luego ya te diré qué deberías leer.- dio dos pasos y Aledan le detiene.- ¡Espera!.- le dice el niño que corrió hacia él.- Pero yo sólo no podré conseguir a mi hermana y mucho menos luchar contra ellos.- El sacerdote sonríe.- Ahí es donde te equivocas. Estás pensando como un humano. Crees que necesitas de fuerza y pelear para lograr tus cometidos y no es así. Con el tiempo entenderás a lo que me refiero.
- ¿Por qué el centro de la sala posee cadenas? Y ¿Qué es eso en el centro de esa sala?.- señaló hacia el medio de la biblioteca donde estaba una isla sellada y entre las rejillas se podía observar una estatua de un poco más de tres metros hecha con hojalata de cobre.
- Es la sección prohibida. Bueno, más que prohibida es lo último que debes aprender. Son… conocimientos muy delicados que requieren una sabiduría y preparación para comprenderlos y saber qué hacer con ellos. Lo que ves allá es un autómata. Son creaciones de los Kaserdan. Fueron la cúspide de sus conocimientos. Son máquinas que caminan y obedecen cualquier orden que les des. Los Kaserdan los tenían como centinelas de sus tierras hasta que un día dejaron de funcionar. Hicieron todo lo posible para reanimarlos pero su esfuerzo fue inútil… Se cree que su apagado se debió a la muerte de su inventor, Ringrak Themarg. Sólo él sabía qué le daba vida a las máquinas y se llevó su secreto a la tumba y no dejó los planes de sus creaciones. Los Kaserdan pasaron cientocincuenta años intentando encontrar la manera de reanimar a sus protectores pero nada funcionó y desecharon la investigación. Hasta hace veintisiete años donde se retomó la investigación y lograron reanimar por pocos segundos a uno. Me obsequiaron ese para que yo siguiera con la investigación por mi cuenta mientras estaba allí y lo conservé luego de mi expulsión pero no he conseguido nada.- se encogió de hombros Samwell.- pero no me daré por vencido. Seguro será de utilidad aquí. Bueno, Aledan, tengo asuntos que atender. Nos veremos luego. Disfruta del conocimiento.- El sacerdote subió y cerró la trampilla tras de sí.
- Bien, y ahora ¿cómo demonios salgo de aquí?.- pensó.
No tuvo más remedio que sentarse a leer los libros que su nuevo anfitrión le dejó. Pasó todo el día leyendo sobre la historia de Gaia y cada vez que aprendía algo surgían cien dudas diferentes. 

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